Bienvenida a esta etapa de transformación.
La menopausia no es una pérdida ni un fallo del cuerpo: es una transición natural, profunda, y también una oportunidad para reordenar prioridades, reconectar contigo misma y cuidar tu salud desde otro lugar.
¿Cuándo empieza y cuándo termina?
Clínicamente, se considera que una mujer ha entrado en la menopausia cuando lleva 12 meses seguidos sin menstruar, sin otra causa médica que lo explique. La media de edad suele estar entre los 45 y los 55 años, aunque puede variar mucho de una mujer a otra. Antes de ese momento se da la llamada perimenopausia, una fase de transición que puede durar varios años y que muchas veces comienza en torno a los 40 (aunque a veces antes), con cambios en el ciclo menstrual, síntomas emocionales, alteraciones en el sueño, la energía o la piel, entre otros.
¿Cómo saber si estoy en esta etapa?
Además de los síntomas clínicos, los análisis hormonales pueden aportar información, aunque no siempre son concluyentes. Se suelen valorar los niveles de FSH, estradiol, LH y progesterona, pero es importante interpretarlos con cuidado y dentro de un contexto más amplio. A veces las hormonas fluctúan tanto que un único análisis no es suficiente.
Una mirada distinta: medicina china y los ciclos de siete años
Según la medicina tradicional china, el cuerpo de la mujer atraviesa ciclos vitales de siete años. A los 21 se alcanza la plenitud reproductiva, que se mantiene hasta los 28, y a partir de ahí comienza un descenso suave y progresivo. Este enfoque no pone el foco en el deterioro, sino en el movimiento natural de la energía a lo largo de la vida.
En la menopausia, la energía del Riñón —que nutre la sangre y la esencia (Jing)— empieza a disminuir.
Pero este descenso no se entiende como una pérdida, sino como una transición hacia una etapa de madurez, sabiduría y reorientación vital. Ya no es necesario volcar toda la energía hacia fuera (pareja, hijos, trabajo), sino que se abre la posibilidad de cultivar el mundo interior, reencontrarse con una misma y reordenar prioridades. Tal vez por eso a esta etapa se la conoce como SEGUNDA PRIMAVERA.
Mientras que la medicina occidental pone el foco en el fin de la fertilidad, la medicina china ve esta etapa como una nueva expresión de la energía femenina, más serena, profunda y consciente del propio recorrido vital.
¿Qué síntomas pueden aparecer?
Cada mujer lo vive de forma única, pero algunos síntomas frecuentes son:
- Cambios en el ciclo menstrual
- Insomnio o sueño fragmentado
- Ansiedad, tristeza o irritabilidad
- Sequedad vaginal y/o de mucosas
- Sofocos y sudores nocturnos
- Pérdida de densidad ósea o muscular
- Cambios en el metabolismo: aumento de peso, sobre todo abdominal
- Menor tolerancia al estrés
- Disminución del deseo sexual
- Alteraciones urinarias o digestivas
Nada de esto significa que “te estés apagando”. Significa que tu cuerpo está buscando un nuevo equilibrio. Y en ese proceso, el acompañamiento adecuado puede marcar una gran diferencia.
Comprender los síntomas de la Menopausia: más allá de la molestia
La menopausia no es solo un momento de cambios hormonales, sino también una etapa de transformación profunda que afecta al cuerpo, las emociones y la identidad. Muchas mujeres experimentan sofocos, insomnio, ansiedad, aumento de peso, confusión mental, cambios de humor o sequedad vaginal. Pero más allá del malestar, cada síntoma es una forma en la que el cuerpo se expresa. Comprender estos mensajes ayuda a vivir esta etapa con más calma, sin miedo ni resignación.
Uno de los ejes fundamentales del cambio es el descenso de los estrógenos ováricos, especialmente el estradiol, que es la forma más activa y potente de estrógeno durante la etapa fértil. Cuando los ovarios reducen su actividad, el cuerpo intenta compensar esta bajada fabricando otras formas de estrógeno —como la estrona— que se produce a partir de la grasa corporal y, en menor medida, de la actividad de las glándulas suprarrenales.
Desde la psiconeuroinmunología clínica, entendemos que la caída de estrógenos no solo afecta al sistema reproductivo, sino que repercute en la regulación de muchas funciones: el estado de ánimo, la termorregulación, el metabolismo, la memoria, la sensibilidad al estrés, la distribución del tejido adiposo y la calidad del sueño.
Estrés y desequilibrio en Menopausia: una combinación delicada
El eje hormonal del estrés (hipotálamo–hipófisis–suprarrenal) cobra un protagonismo especial en la menopausia. Durante la etapa fértil, los ovarios producen la mayor parte de los estrógenos. Pero al llegar esta transición, se espera que las suprarrenales —que ya producen pequeñas cantidades de precursores hormonales como la DHEA— tomen parte del relevo.
El problema es que muchas mujeres llegan a esta etapa con un sistema suprarrenal exhausto tras años de sobrecarga física o emocional. Esto limita la producción compensatoria de estrógenos y hace que el cuerpo experimente una mayor vulnerabilidad: ansiedad, insomnio, fatiga persistente, aumento de peso abdominal y dificultad para gestionar el estrés cotidiano.
Los sofocos y la sudoración nocturna, por ejemplo, se relacionan con alteraciones en el centro hipotalámico que regula la temperatura. El estradiol participa en la modulación de esta función. Su descenso afecta al termostato interno y puede hacer que pequeños cambios de temperatura o estrés se vivan como una gran sacudida interna. También afecta a la secreción de serotonina y noradrenalina, neurotransmisores implicados en el control del calor, el ánimo y el sueño.
Menopausia y su conexión con la salud intestinal
Durante la transición a la menopausia, el equilibrio de la microbiota intestinal se vuelve especialmente relevante. Cuando hay disbiosis o el hígado está sobrecargado, los metabolitos hormonales —como los estrógenos— pueden no eliminarse de forma eficaz. Algunas bacterias intestinales producen enzimas (β-glucuronidasas) que deshacen la conjugación hepática de los estrógenos, favoreciendo su reabsorción activa y aumentando la carga hepática. Esta recirculación puede contribuir a síntomas como el aumento de peso, la hinchazón o los cambios de ánimo.
Un microbioma equilibrado —especialmente el llamado estroboloma, que es el conjunto de bacterias involucradas en el metabolismo de los estrógenos— puede ayudar a modular esta transición. Cuidar de él es clave para suavizar la caída hormonal y mantener el equilibrio.
¿Cómo apoyar al estroboloma?
— Aumentando el consumo de fibra prebiótica (alcachofa, puerros, manzana, lino molido).
— Incorporando alimentos ricos en polifenoles, como frutos rojos, cúrcuma o té verde, que modulan la inflamación y la microbiota.
— Priorizando una alimentación rica en vegetales amargos y crucíferas (rúcula, escarola, brócoli, col kale) que estimulan las enzimas hepáticas de detoxificación.
— Evitando tóxicos que dañan la microbiota y el hígado, como alcohol, exceso de ultraprocesados o pesticidas.
Alimentación y estilo de vida en Menopausia: claves para acompañar el proceso
Esta no es una etapa para luchar contra el cuerpo, sino para comprenderlo y cuidarlo con nuevas estrategias. Algunos recursos importantes:
- Nutrición adaptada: aumenta el consumo de proteínas de calidad, grasas saludables (omega-3, frutos secos, aceite de oliva), vegetales ricos en fitoestrógenos (lino, tofu, miso), calcio, magnesio y vitaminas del grupo B. Limita azúcares simples, alcohol y ultraprocesados.
- Movimiento regular y amable: caminar, yoga, entrenamiento de fuerza suave o baile ayudan a equilibrar el metabolismo, proteger la masa ósea y mejorar el estado de ánimo.
- Descanso como medicina: cuidar el sueño es fundamental. Dormir profundamente regula el cortisol, la insulina y el apetito, y mejora la reparación neuronal y la estabilidad emocional.
- Rituales que calman: meditación, respiración consciente, baños de naturaleza o escritura emocional. Momentos de conexión contigo misma que te ayuden a bajar el ruido y a escucharte.
Terapias y recursos complementarios
- Acupuntura: útil para equilibrar el sistema nervioso, reducir sofocos y ansiedad, y mejorar la calidad del sueño.
- Psiconeuroinmunología clínica: permite entender el cuerpo como una red interconectada. A través del estudio de la historia vital, los hábitos, la bioquímica y el sistema nervioso, diseñamos un plan de abordaje individualizado y coherente.
- Biorresonancia: tecnología que ayuda a identificar desequilibrios energéticos y a estimular los procesos de autorregulación.
- Fitoterapia y suplementos bien indicados: como el magnesio, la vitamina D, los adaptógenos (ashwagandha, rhodiola), los omega-3, el trébol rojo o las isoflavonas de soja.
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